«Tan importante como inventar algo es saber cómo explicar nuestro invento de una manera convincente e interesante, mostrando no solo lo que nuestro invento hace, sino por qué eso que hace debería importarle a alguien.» (Columna en el dossier “La apuesta al ingenio: los proyectos low tech” – Revista PYMES, Septiembre 2015.)
El error más común de los inventores y creativos es enamorarse ciegamente de sus ideas y olvidarse de que las mismas tienen que ser atractivas y relevantes para sus posibles usuarios o consumidores.
Para asegurarse de eso, la ciencia de consumer insights despliega una serie de herramientas y metodologías orientadas a involucrar al consumidor en el proceso de innovación.
Un buen punto de partida para un proceso de innovación son las “experiencias de inmersión”, donde nos sumergimos en el mundo del potencial usuario con una mirada casi etnográfica, para no solo escuchar lo que dice sino observar lo que realmente hace, y así identificar sus necesidades incluso antes de que sea consiente de ellas.
Es conveniente también realizar puestas a prueba de producto sobre los prototipos iniciales para obtener un feedback temprano de los potenciales usuarios.
Las metodologías de lean development sugieren realizar estos testeos con la mayor frecuencia posible, incorporando en cada testeo pequeñas modificaciones basadas en este feedback, hasta llegar al diseño final. Tecnologías como la impresión 3D e incluso a la realidad virtual (que hoy se puede hacer con un celular y una caja de cartón) facilitan estos procesos.
Más interesante aún son las metodologías de cocreation, en la cual los potenciales usuarios no son solo conejillos de indias que usamos para testear nuestros prototipos, sino socios en el proceso de innovación. Los participantes de una sesión de cocreation reciben “protoideas” y deben desarrollarlas o transformarlas, trabajando junto al equipo de desarrollo.
Por último, tan importante como inventar algo es saber cómo explicar nuestro invento de una manera convincente e interesante, explicando no solo lo que nuestro invento hace, sino sobre todo por qué eso que hace debería importarle a alguien.
Para esto se aplica la metodología llamada laddering, que nos permite identificar los beneficios emocionales que nuestros potenciales usuarios obtienen a partir de las características de nuestro invento. Por ejemplo, el desodorante es un producto cuya función es anular los olores corporales, y con eso hace que quienes lo usan se sientan más seguros de sí mismos. Esto último es el beneficio emocional.